sábado, 15 de octubre de 2011

Prólogo: La llamada


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Prólogo
La llamada
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 ¿Quién eres?  Preguntó el niño con desconfianza, se sentía frío y caliente a la vez, no podía definir nada.
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 — ¿No me reconoces? — Interrogó la voz con reproche — ¡Soy tu padre! — Exclamó mientras se postraba frente al niño que ya tenía los ojos brillosos de felicidad.
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— ¡Papi! — El niño quiso correr hacia él, estaba lleno de felicidad, pero una parte de él le decía que no debía, si se había ido así como así… era malo, ¿verdad?
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 — ¿Qué sucede, Yago? ¿Desconfías de mí? — Cuestionó con la voz aparentemente triste agachando la cabeza. El niño de gran corazón se sintió mal de repente y caminó rápidamente hacia él. El adulto lo miró de un momento a otro con malicia en una sonrisa casi diabólica, y allí fue cuando el niño supo, que en realidad estaba haciendo mal… pero ya era tarde.
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— Haz cruzado la línea. — Mencionó con una voz que imitaba a muchas… al mismo tiempo.
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 — No me haga nada. — Pidió el chiquillo por miedo a ser comido de las sombras siniestras que ahora lo rodeaban.
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 — Te necesito. Quiero tu alma. — Afirmó con maldad. Y sin prórroga, se lanzó hacia el niño que pegó un grito desgarrador de puro miedo y dolor… pero nadie lo escucharía. Nunca.
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Sus zapatillas cubiertas con tela de terciopelo y baja suela, hacen un leve y agradable sonido al chocar contra el suelo con granito de la extensa y reconocida clínica. Ahora es una gran doctora con bastante experiencia, es una mujer dura y a veces hasta fría, la niña llorona y sentimental ha desaparecido hace bastante tiempo ya, exactamente; cuando se había mudado de Konoha en Japón hacia los Estados Unidos: California. Los trabajadores que la ven pasar, quedan deslumbrados o admiradas  del extraño color de cabello que posee la doctora Haruno: Un rosa claro. Y lo más extraño es que no es teñido, es cien por ciento natural, como sus ojos de un verde jade, los cuales no se logran a base de unos lentes de contacto. “¡Buenos días, Sakura!” cosa de todos los días, sus rasgos extraños ya no impresionan a nadie, al menos que ese alguien no la hubiese visto jamás. Toda su estructura corporal, es algo original, pues nadie que ella conociese, tenía el cabello rosa o los ojos tan verdes como los suyos propios. Su madre había sido una gran inglesa con un extraño pero hermoso cabello rosado oscuro y ojos de color marrón, mientras que su padre “el japonés”, había sido dotado de unos hermosos ojos verdes con un cabello tan castaño que a veces podría llegar a confundirse con la propia madera de un viejo roble. Pero ellos ya no estaban, y Sakura Haruno cumplía su sueño de reconocimiento sin ellos. Qué pena.
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— ¡Vaya! La doctora favorita de la clínica ha llegado — Vocifera Tsunade con una sonrisa. Está cómodamente sentada en la silla de su escritorio, comandando el directorio desde hace muchos años.
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Sakura le sonrió a su antigua profesora de la universidad. Hace ya bastante que la había terminado y se había graduado con honores. Se sienta en la silla de un escritorio que se ubica a la derecha del amplio cuarto de oficina en donde se encuentra, deja su cartera y camina hasta su gabinete para tomar la bata blanca con su nombre en la placa pegada del lado izquierdo.
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— Sí. Sé que he llegado dos horas más temprano, pero es que usted me conoce; profesora Tsunade. — Menciona la chica de pelo rosa con una sonrisa cálida y deslumbrante, su vieja maestra la mira con devoción y cariño. Sabe que Sakura, sin duda alguna, ha sido su mejor alumna (aparte de Shizune) en eso de aprender muy rápido las cosas. Observa la montaña de documentos en su escritorio y bufa sonoramente, ganándose la atención de la Haruno en un dos por tres.
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— Eres una muchacha joven y educada, bonita y deseada… ¿Qué haces aquí? te imaginaba con una resaca enorme. — Rezonga la rubia con el seño fruncido hacia su querida ex alumna. 
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La chica de ojos como el jade, sonríe con un poco de tristeza.
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— Ya sabe que no soy de esas mujeres fiesteras. — Indica volviendo a su estado automático, en el que todo lo responde perfecto y trata de ser la mujer perfecta.
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— Como quieras. — Concluye la de ojos castaños con pereza para luego tomar unos de sus tantos papeles. Sakura se gira para dejar en perfecto orden su mesa y luego salir a dar su ronda matutina adelantada por el ala este. Toma un frasco de parafina y sonríe, su paciente infantil favorito tenía un barco de papel sin brillo, ella se lo arreglaría —, ah, se me había olvidado decírtelo, un tal Deidara llamó poco antes de que llegaras… — Calla abruptamente al escuchar el sonidito del vidrio al chocar contra algo sólido. Mira a su colega y antigua alumna con una mueca de impresión. Sakura estaba más pálida y petrificada de lo que la hubiera visto jamás. Había dejado caer el frasco de parafina y ahora miraba hacia un punto irreconocible de la pared.
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— ¿Co-Cómo dijo? — Tartamudea aturdida en medio de su propia pregunta. Tsunade intenta sacar cavilaciones de entre los ojos ocultos en los parpados de su antigua protegida, aunque de algún modo, aún lo sigue siendo.
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— ¿Te sucede algo, Sakura? — Interroga en respuesta pasando de la cuestión olímpicamente. La chica de hebras rosadas gira su mirada hacia ella, la rubia la mira asombrada. Dos lágrimas descienden por sus mejillas sonrosadas como dos cascadas, sus labios están fuertemente apretados y sus manos echas un puño. ¿Quién era el tal Deidara que la ha puesto así? No cree que fuese un antiguo novio, Sakura no se pone así por cosas tan “insignificantes” como ella misma las nombra. Si no es nada importante, entonces… ¿por qué toma aquella actitud? ¿Por qué llora? “¿Algo traumático quizá?” piensa la rubia, su subconsciente llega a la misma situación, pero la descarta inmediatamente. Ella misma había atendido a Sakura cuando llegó a Estados Unidos, hecha un ovillo y un manojo de nervios, tan solo con trece años; pero esos traumas no se habían manifestado. Al momento de levantarse, Sakura sale corriendo en dirección desconocida… ignorada hasta para la misma chica de ojos verdes.
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Naruto ha bufado por décima vez. “¡Hiciste trampa!” Había reclamado a su amigo en la segunda ronda de póker. No es que al rubio le gusta jugar demasiado, pero es que en estos momentos de tensión inexplicable, la palabra “destensares” entra a su diccionario como anillo al dedo.  Siente un extraño peso sobre sus hombros, pero no es precisamente su esposa Hinata la que está recargando su bello cuerpo sobre él ¡Oh no! Claro que no   es otra presencia, así como la que había sentido aquel día  ¡Día maldito! Aquel día en su niñez, cuando todo había empezado. Presiente desgracia, el nunca ha sido muy analítico ni nada, pero siempre supo diferenciar de lo bueno y de lo malo; así como ahora. Estaba seguro de que volvería empezar, tarde o temprano, y él, tendría que volver. Porque él nunca rompía una promesa, ni aunque lo matasen.
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— ¿Sucede algo, Naruto-kun? — Interroga una mujer preocupada a la vez que se acomoda un poco su cabello obscuro para mirar a su esposo directamente a los ojos cuando éste voltea hacia ella.
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— No sucede nada, Hinata-chan. — Aclara con su voz un tanto chillona.
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            Naruto le ha sonreído como sólo él sabe hacerlo, con esa pizca zorruna cargada de inocencia sobrellevada. Niega con la cabeza y vuelve a girar el rostro hacia la mesa de juego. Hinata está preocupada, demasiada alarmada como para quedarse tranquila sólo mirando la siguiente ronda de póker, que ya de por sí, que Naruto estuviese jugando aquello era una mala señal. Opta por acariciarle lentamente su hermoso y espeso cabello rubio, va sintiendo como su querido esposo se relaja un poco y suspira; ella se sonroja como tantas otras veces. A pesar de que se habían casado hace dos años, la chica de ojos grises muy claros aún se sigue sonrojando con sólo notar la mirada de su amor sobre ella, se siente una niña, ya tienen veintisiete años y a ella se le ocurre aún sonrojarse… bueno, tal vez no es tan malo, el hombre de ojos tan azules como el cielo se ha cansado de decirle que le fascinan sus sonrojos porque la hace ver sumamente inocente.
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            Nota de repente una vibración en la chaqueta gris y se separa un poco del rubio que sigue concentrado en el juego. Saca el celular y nota que es una llamada de alguien desconocido, pues no está en los contactos. Hinata piensa que es mejor que Naruto conteste el teléfono ya que ella no violará su privacidad: confía ciegamente en su esposo así como él de ella.
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— Naruto- kun… te están llamando — dice la mujer por debajo y nota inmediatamente la tensión que vuelve al cuerpo del rubio. Aunque no quiere, desconfía, ¿por qué se ha tensado?
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            Observa con cautela como su esposo pide permiso y se levanta de la mesa, casi arranca el celular de sus manos y la deja un tanto asombrada… ¿tan grave era ese asunto que tenía que atender? La recorre un escalofrío horrible. Ya no puede oír nada, Naruto se ha alejado demasiado de ella para atender el teléfono. Se le hace un nudo en la garganta… ¿sería que…? ¡No! Su querido esposo jamás le haría algo así, él era demasiado puro.
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            Él lo sabía. Sabía que algo pasaría ese día. Lo piensa dos veces antes de contestar el celular, en realidad no quiere hacerlo… Ese número se lo sabe de memoria, aunque no estuviese en sus contactos.
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— ¿Diga? — Pregunta luego de colocarse el aparato sobre la oreja. Tiembla casi imperceptiblemente ante la respiración del otro lado de la línea… Sin duda, es él.
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— ¿Naruto?... Aquello, ha vuelto. — Es lo único que dice aquella voz varonil antes de que el rubio apretara su puño libre y se pusiera un poco pálido.
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— ¿Cuándo…? — Interroga un poco asustado luego de que el oxígeno ha vuelto a sus pulmones.
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— Dentro de una semana, en Konoha. El mismo lugar. — Informa casi al instante de la pregunta.
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— ¿Has avisado a todos? — Cuestiona inmediatamente después con un poco de emoción en la voz. Han sido exactamente quince años desde la última vez que los había visto a todos ellos. Aunque hubiese preferido que se reencontraran en diferentes circunstancias, eso no ha sido posible.
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— No he podido localizar a Gaara ni a Sasori, pero tengo localizada a Sakura. — Menciona aquella voz con un deje de nostalgia. A Naruto se le ha puesto la piel de gallina y mira a su esposa de reojo con un poco de culpabilidad… Sakura. Aquella niña que había sido su primer amor, ¿cómo iba a reaccionar si la veía de nuevo toda hecha mujer? Niega mentalmente, la única a la que ama es a Hinata, Sakura solamente había sido su amor de infancia.
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— Bien, te llamo luego. — Avisa antes de colgar un poco apresurado. Arruga la nariz y aprieta la mandíbula, él suele ser bastante explosivo para expresarse, pero con Hinata allí no puede hacer mucho, no puede involucrarla en ese asunto. Ahora sólo tendría que viajar desde Francia hasta Konoha… Aquella ciudad de pesadilla.
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— Sai, recuerda que debes hacer un viaje a América central para exponer tus pinturas en la galería esencial… — Va diciendo una rubia de buen cuerpo y brillantes ojos azules con ropa muy formal de oficina a un joven de cabello negro muy corto y todo vestido de negro.
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— Ya lo sé Ino. — Aclara el de ojos negros en un inglés casi perfecto —. Sólo debo aprender un poco más de español, se me hace difícil, tal vez si me quedo un poco más aquí en Venezuela pueda mejorarlo ¿Sabes? — Dice en su típico tono hipócrita con su sonrisa fingida que le pone los vellos de punta a la rubia. Ésta lo mira con indignación, va a soltarle alguna calumnia cuando algo le viene a la mente repentinamente.
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— Se me ha pasado decírtelo, pero un tal Deidara te ha llamado. — Avisa con desdén mientras se voltea hacia otro lado para buscar algo entre las carpetas. No ha notado que Sai se ha puesto más derecho y a fruncido el ceño  notoriamente. — Te ha dejado esto. — Le extiende un pedazo de papel con un número y una dirección marcados que el pelinegro acepta en seguida —. No sé  quién pueda ser, pero se… — Abre los ojos sorprendida cuando ve a Sai salir del estudio como alma que lleva el diablo.
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            Seguramente debía ser algo sumamente importante.
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            Sasori no Akasuna está realmente agotado. Quiere llegar a su casa y despojarse de esa casaca negra muy formal y aflojarse la corbata roja que ya lo está asfixiando, pero nada está más alejado de su realidad que eso. Debe presenciar una junta arquitectónica para remodelar algunos desvaríos del teatro recién fundado en el interior de la ciudad más grande de Australia.
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            Desde hace seis años que trabaja en ello. Había comenzado con tallar madera para luego pasar a encargarse de un museo completo antes de graduarse siquiera en la universidad. Le habían puesto en bandeja de plata formar parte de la organización más famosa de arquitectos después de que habían notado su creciente talento en crear todo tipo de objetos e incluso edificios bien vistos en sus pequeñas maquetas, y, él por supuesto no había rechazado aquello; ya había supervisado la construcción de unas cuantas obras de su creación, las cuales esperaba que fueran eternas y que todos recordaran a su diseñador por siempre.
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            Sin darse cuenta, la reunión ha terminado y él aplaude sin saber el motivo, sólo siguiendo a los demás para no llamar la atención de sus colegas.
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— ¿Irás a almorzar con el grupo, Akasuna? — Le pregunta de cerca un hombre de cabello castaño y unos ojos grises demasiado claros. Él niega lentamente con la cabeza.
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— Necesito ir a mi casa, Hyûga. Me he sentido muy incómodo hoy. — Le aclara antes de inclinar un poco la cabeza y dejarlo en la sala de juntas. Sólo puede pensar en aquel mensaje grabado en su contestadora en la mañana. Pensó que nunca tendría que volver a esa ciudad. Pensó que jamás retornaría aquel asunto; que, como el mayor, debe asumir con más responsabilidad.
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            De todo eso solo quedaría algo bueno y algo malo. Todos se reunirían de nuevo, pero tal vez no todos saldrían ilesos en esta ocasión.
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            Ahora, solo deberá que avisarle a Gaara.
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— ¿Sasuke-kun? — Lo llama una preocupada pelirroja de ojos marrones. Él sólo se concentra en apretar el teléfono entre sus manos con una expresión aparentemente imperturbable en el rostro.
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            Aquello no puede ser cierto.
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— No sucede nada. — Recalca al sentir las suaves manos de su novia sobre los hombros. Ella lo relaja notablemente, después de aquella llamada lo único que necesita es destensarse un poco. Toma las manos de ella entre las suyas y hace que se siente a horcadas sobre él.
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— La llamada te ha dejado un tanto más frío de lo normal, pero no preguntaré nada. — Lo tranquiliza al rozar su nariz perfilada contra el cuello del moreno, este solo atina a acariciarle la melena rojiza con los ojos fijos en la ventana.
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            Los vería de nuevo. Después de tanto tiempo.
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Sólo quedaba revivir la pesadilla que habían sufrido.
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Resumen


Hace muchos años ellos enfrentaron un asunto sobrenatural


"¿Quién habla?"

"Soy yo, Deidara. Aquello... ha vuelto"


"¿Cómo puedo estar seguro de que no me matará mientras duermo?"

"Sólo has una cosa: no tengas pesadillas..."

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Algo desconocido acecha a los siete chicos desde los doce años.

Ahora deberán reunirse de nuevo

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¿La única forma de combatirlo?

No mostrar sus más grandes miedos
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Prólogo: La llamada
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Universo Alterno

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Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen. Son obra de Masashi Kishimoto. 


Historia basada en "IT" (de Stphen King) y "Freddy Krueger", aunque, no sigue tanto las tramas de estas historias.